miércoles, 29 de mayo de 2013

Luchar

¡Qué difícil!

Hace tiempo he dedicado mis horas libres - prácticamente todas - a pensar, a meditar acerca del funcionamiento de nuestra sociedad. Hay una cosa concreta que no solo me disgusta, sino que me toca de lleno. Y no sólo a mí. Estoy segura de que cientos de miles de jóvenes de toda España estarán sintiéndose  igual que yo, justo ahora mismo. ¿Por qué nos empeñamos en ser lo que estudiamos? Ciencias, letras. ¿Por qué el ser humano es tan cuadriculado? 

   Cuando estamos en bachillerato, es decir, con 16 años, empezamos a buscar "salidas", a revolver entre nuestras aficiones y gustos todo aquello que pueda llevarnos a convertirnos en profesionales. A los 17 empezamos a sentir la presión, todo el mundo nos dice: " ¿todavía no te has decidido? Se te acaba el tiempo" ¿Que se me acaba el tiempo? En ese momento ni siquiera te paras a pensarlo, pero dentro de unos años es posible que te odies a tí mismo o a quien te impulsó a hacer lo que hoy te hace sentirte perdido y sin ninguna idea de qué hacer para reinventarte. 

   Al final, eliges. Periodismo, Enfermería, Arquitectura. ¡Está hecho! Todo el mundo empieza a marcarte. Ya no eres "Fulanito, hijo de Lucrecia". No. Ahora eres "periodista", "de letras", "de ciencias", "enfermero". Formas parte de un grupo. Tú mismo te encasillarás y no te verás formando parte de algo diferente a lo que te ha marcado la sociedad. Empiezas a hacer la carrera y..."bueno, no parece estar tan mal". Con el paso del tiempo verás cosas buenas y malas, hasta que al final, estás aburrido. No sientes auténtica pasión por lo que estudias, por lo que haces. Ves como otros de tus compañeros no solo van a clase, sino que dedican su tiempo libre a hacerse un hueco en el mundo laboral al que deberás pertenecer en el futuro. ¡El futuro! Se te presenta alarmante. Empiezas a sentir pánico. No quieres formar parte de algo con lo que no te identificas.

   Y es entonces. Entonces es cuando desearías volver atrás y darle una patada a tu yo de 17 años. Aquel que decidió que lo mejor para ti era ser periodista. Alguien que forma parte de un mundo en el que, o manipulas, o mientes, o te arriesgas sin ganar demasiado o nada. Alguien que, en el fondo, ya sabías que no querías ser. Así que miras -o lo intentas- en tu interior, buscas aquello que aún logra emocionarte, motivarte. Te das cuenta de que tal vez no quieras escribir para un periódico, a lo mejor quieres construir edificios, o hacer cine o abrir un negocio. Al principio te lo negarás a ti mismo. Dirás "yo soy de letras, estudié historia en lugar de matemáticas". Pero al final te convences, "tú vales para lo que sea". Sea como sea, es posible que cuando cuentes a alguien que quieres cambiar de rumbo, romper con todo y hacer algo totalmente diferente lo primero que recibas en tu cara sea una carcajada. Esa carcajada... Ese "deja de ser tan pasional" que te sienta como si te dieran una patada en el pecho y te dejara sin respiración durante un par de minutos.  

   Muchos creen en la idílica idea de que el destino existe. No. El destino lo escribes tú. Tú eliges. Sé lo que tú quieras ser y no lo que otros esperan que seas. Lucha. Es una palabra cuyo significado pesa, porque requiere de tiempo, de esfuerzo y, sobre todo, porque significa que vas a tener que apagar el volumen de todas aquellas voces que te dirán que estás loco, que dejes de soñar, o que no hay dinero para "malgastar". Tu futuro no se mide en billetes. ¡Joder! Deja de pensar, deja de calcularlo todo y ¡hazlo! Lucha por hacer lo que sabes que te hará feliz y que no te hará sentir como un fracasado nunca más. Haz que cada fracaso sea un paso más hacia tu triunfo.