miércoles, 29 de enero de 2014

Rupturas. Toda una ciencia.

"Humor es posiblemente una palabra" 
Groucho Marx

Todo el mundo tiene su propia teoría de cuánto tarda una persona en superar una ruptura. Yo, que soy muy dada a hacer listas, diarios y pasos a seguir para qué más da el qué, me dispongo hoy a proponer lo que considero las fases que sigue una persona tras una ruptura. Una persona normal, hago saber.

Fase 0. Se produce la ruptura, ese momento incómodo en que no sabes cómo decirlo, cómo se lo va a tomar la otra persona. O, tal vez, ese momento en que esa persona viene y te suelta que ya no te quiere, que ya no quiere estar contigo, que te ha puesto los cuernos, o cualquier cosa que lleve comiéndole la cabeza durante meses, semanas o, puede que horas. Insultos, lágrimas, cosas que se echan en cara, cosas que nunca supiste. Ese temblor tonto que se nos cuela en la garganta. Ese “adiós” inconcluso…

Fase 1. Tienes miedo, pánico. Te preguntas cómo vas a proseguir con tu vida sin esa persona. Todo lo que hacías lo hacías gracias a ella, con su ayuda. ¡Quiero volver, en realidad todo iba bien! Es la frase que más pronuncias a lo largo de un día. Tu impulso es llamarle, suplicarle volver. Si es necesario irías corriendo hasta su casa, irrumpirías en la mesa del comedor, te subirías a la mesa y le cantarías esa canción que considerabas “nuestra”. Es importante, en esta fase, tener unos buenos amigos que sepan frenarte a tiempo para que no causes un estropicio. ESTROPICIO: véase que vuelvan y a las dos semanas te des cuenta de que cometiste el error; véase también que no vuelvan, que hagas el ridículo y que la otra persona sienta rechazo/pena/odio por ti.

Fase 2. Vale, vale. No. Estás decidido, vas a seguir con tu vida. No necesitas a esa persona tanto como creías. O sí… no, no tranquilidad. Aún tienes amigos en los que puedes refugiarte. Sí, pero sientes que no es suficiente. Nada lo es. De vez en cuando lloras, porque recuerdas cosas. Esos típicos momentos de felicidad, esos que ahora te parecen los únicos. Todas las cosas malas que veías cuando aún no habías roto han desaparecido para ti. Lo importante de este momento es que ya eres capaz incluso de reírte y, con un poco de suerte, de llevarte algo a la boca sin tener la necesidad de expulsarlo ipso facto. Ya puedes, también, caminar durante más de quince minutos seguidos sin agacharte para respirar.

Fase 3. Esta es, sin duda, la más compleja de las fases. ¿Por qué? Te estarás preguntando. Verás, esta es la fase en la que sabes lo que quieres, sabes que no puedes tener lo que quieres. Haces el ridículo una vez. Te excusas: “estaba borracho, no sabía lo que hacía”. La realidad: eres idiota y lo sabes. Lo sabes ahora más que nunca. Sin embargo, hablamos de un tipo de idiotez adictiva. No queremos desprendernos de nuestros sentimientos. Todo el mundo te dice: “olvídalo, conoce a otra gente, diviértete”. Tu respuesta: “no gracias, si no es con él/ella no quiero a nadie”. Y es cierto, es así como te sientes. El problema llega cuando te das cuenta de que estás solo. Los amigos son un gran alivio, pero piensas que tal vez necesites a alguien que te quite la bobería. Alguien que te haga reír y disimular un poco el hedor de tu basura interna. Sin embargo, en lo más profundo de tu ser, sabes que nadie va a cubrir el vacío que sientes por la falta de la persona que antes fue tu otra mitad.


Y hasta aquí puedo leer por hoy. Básicamente porque no me gusta hablar de lo desconocido y estas son las únicas fases que conozco. Lo importante de todo – y es con lo que me quedo de las rupturas- es que siempre, siempre, siempre, la vida puede ser maravillosa. 

sábado, 18 de enero de 2014

No te perdono

"El dolor, cuando no se convierte en verdugo, es un gran maestro." 
Concepción Arenal


Cuando algo me falta, lo siento en lo más profundo del alma. Es como si la hoguera que antes sentía arder tan fuerte en mi pecho, se haya convertido poco a poco en una huella de cenizas humeantes. Hay cosas que ayudan a perdonar al tiempo por haber sido tan desesperado, o que el tiempo nos perdone, por haber sido tan osados al pensar que iba a esperar por nosotros. Cuántas veces creí que las cosas seguirían como siempre aunque hiciera las cosas mal. No. La vida no funciona así. Esto es la vida real. La puta vida real.

A veces la amistad, las charlas, las risas, la música, mitigan el dolor. Sin embargo, cuando llega la hora de volver a ti mismo, adentro, en el corazón, las cosas empiezan a pudrirte de nuevo. El dolor aumenta, la mente se llena de recuerdos, de palabras, de errores. Eres tú y tu tormento. Tú eres tu propio veneno. ¿Por qué nos cuesta tanto entender que hemos perdido? ¿Por qué nos cuesta entender que a pesar de todo, no está todo perdido?  

       
          Planeamos tanto nuestra vida, decimos que haremos tantas cosas que, a la hora de la verdad, cuando algo falla, nos quedamos solos. Solos con las palabras, con la imaginación de una vida paralela que creímos posible. Solos ante nuestro espejo. Yo me miro cada mañana en mi espejo y pienso quién soy, quién he sido y quién seré a partir de ahora. Y no quiero saber, no quiero saber quien seré. Pero sí quién he sido, quiero saber por qué he hecho lo que hecho porque, si eso me ha traído hasta aquí, no quiero ser más esa persona.